Corcho, sintético, cristal… ¿por qué existen tantos tipos de cierre en el vino?

Los tiempos están cambiando. El mundo del vino evoluciona a tal velocidad que los sistemas que conocemos ahora para cerrar las botellas pueden mudar rápido. Tapones sintéticos, de rosca, de cristal, tapón zork ¿Por qué han aparecido tantos tipos de cierre cuando el corcho ha sido durante siglos el único protagonista? El motivo principal es la aparición de nuevos países productores de vino en el siglo XX, a los que llamamos el Nuevo Mundo (Estados Unidos, Chile, Argentina, Uruguay, Sudáfrica, Australia…).

Mientras que en España y otros países europeos el cultivo de corchonatural -que se obtiene de la corteza del alcornoque- está muy arraigado, no sucede lo mismo en el Nuevo Mundo. Adquirir corcho a otros países conlleva un coste elevado si se suman los aranceles: este es uno de los motivos por el cual los países del Nuevo Mundo comienzan a investigar alternativas de cierre. Pero hay otras razones.

Otro de los motivos es frenar las pérdidas que supone la contaminación por un tricloroanisol:  el 2,4,6-tricloroanisol (o TCA). Se trata del temido “bouchoné” o “sabor a corcho”, y es uno de los dos caballos de batalla del sector vinícola (el otro es la filoxera). Esta enfermedad del corcho se da en un 3% de los vinos en el mercado, según un estudio de la universidad de ; y sus efectos son discutidos desde hace 5 años en los foros enológicos más importantes del mundo. El TCA transmite al vino desagradables notas a humedad, cueva o cartón mojado. Una alteración que no es perjudicial para la salud, pero convierte al vino en imbebible o –como mínimo- le arrebata su calidad. Comúnmente decimos: “este vino tiene corcho”, y este problema no solo afecta al aroma, sino también al sabor, ya que a través de la vía retronasal se perciben las notas de humedad. La nefasta lotería de la alteración por TCA acarrea grandes pérdidas económicas, y ello ha llevado a muchas bodegas a apostar por otros tipos de cierres.

Existe además otra razón para dejar de lado el corcho, sobre todo cuando se trata de cerrar botellas de vinos jóvenes. Una de las grandes ventajas del corcho es que permite que entre una mínima cantidad de oxígeno al vino, lo que llamamos ‘microoxigenación', necesaria para la correcta evolución de los vinos de guarda. Sin embargo, si estamos ante un vino de consumo a corto plazo, esta microoxigenación deja de ser tan importante, y se puede optar por un cierre estanco, es decir, totalmente hermético. En este caso, ¿compensa usar corcho? El mercado anglosajón fue pionero en investigar otros cierres para los vinos elaborados sin intención de durar en el tiempo.

En cualquier caso, el corcho sigue siendo el cierre más usado; y por supuesto, el más antiguo. Desde los griegos ya hay constancia de la existencia de ánforas tapadas con corcho.  Pero el empleo del corcho como cierre de las botellas tal y como lo conocemos hoy se atribuye al célebre monje Dom Perignon, inventor del método para la elaboración del champán en el siglo XVII. Es en los siglos XVII y XVIII cuando el corcho adquiere un importante auge como consecuencia del empleo del vidrio para la conservación y crianza del vino. Hasta entonces los vinos se tapaban con tapas de madera.

Otros cierres más allá del corcho

Hoy en día encontramos muchos vinos en el mercado con tapones sintéticos. Están elaborados con polímeros plásticos y silicona, aunque hay algunos que son de origen vegetal, por ejemplo, de caña azúcar. Los tapones sintéticos comienzan a desarrollarse en la pasada década de los setenta y tienen diversas ventajas: son más baratos, pueden tener diseños más llamativos y diferentes colores, y evitan la contaminación por TCA (excepto cuando la contaminación se produce al revés y es el vino el que contamina el corcho, pero esto te lo contamos en otro post).

La empresa Nomacorc es el primer productor mundial de tapones sintéticos. El inconveniente es que, al tratarse de un cierre hermético, no permite evolucionar al vino. Un problema que no es tal cuando se trata de vinos creados con la intención de consumirse en un plazo corto o moderadamente coroto (3 o 4 años)

También nos encontramos con los tapones de rosca de aluminio (screwcap). En España todavía nos cuesta relacionar la imagen de vino de calidad a un tapón de rosca. Sin embargo, es muy común en países como Australia y Nueva Zelanda, donde podemos encontrar vinos que superan los 100 € con este tipo de cierre. Al igual que los tapones sintéticos, los de rosca son cierres estancos, como los tapones de cristal –cuyo uso se reduce al ámbito de la estética- y los cierres zork (incluyen una arandela).

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