Información general
Reixagó es el nombre de una preciosa finca agraria de la familia Majó Grau cerca de Olost del Lluçanés. Históricamente, El Lluçanés se ha dedicado a la agricultura de montaña (patatas de siembra) y a una actividad ganadera en la que la leche ha sido hegemónica durante el siglo pasado. Desde hace siete años, la finca Reixagó elabora un sinfín de quesos merecedores de múltiples premios. Entre éstos, el último en salir al mercado es el Tou del Lluçanés, un queso bien blando y atortado para comer con cuchara, que se abre su corteza superior y se consume su interior untado sobre tostadas o pan de cereales o bien mojado en largas regañás.
En la periferia del Vallès Oriental siguen quedando remansos agrarios y de paz como la finca de La Cleda, en Canovelles. Aquí, Dolors, Jordi y Xavi manejan un rebaño de ovejas que ordeñan y con el que elaboran una amplia gama de lácteos y de quesos frescos, pero también quesos madurados como el Madurat Àcid que, como indica su nombre, es una cuajada láctica escurrida y moldeada, que se la deja madurar en ambientes frescos y con mohos exteriores salvajes.
En medio de la sierra costera del Parque Natural de la Serralada Litoral se enclava la quesería de Can Pujol, muy cerca de Vallromanes. Su propietario y maestro quesero, Josep Cuixart, forma parte de la vieja guardia de la artesanía catalana. Desde sus inicios en la masía del Canyet, cerca de Badalona, donde en la década de los ochenta bajaba a vender sus matós y quesos frescos de cabra, Cuixart es uno de los referentes históricos de la artesanía quesera catalana. Hoy en día, su quesería se ubica en pleno Parque Natural y elabora grandes especialidades, como Odre, un queso elaborado con leche de oveja y de pasta blanda, recubierto de un moho de color blanco impoluto.
También en la costa mediterránea, concretamente en Vilassar de Dalt, se halla Artefor. Una diminuta quesería sita en los bajos de una casa, que supone el pequeño proyecto de Jordi Arroyo, quesero de vocación y de pasión, que hace apenas ocho años se lió la manta a la cabeza y comenzó a elaborar quesitos de invención propia y muy sabrosos, como Rodonet d’Ovella. Un queso de pasta blanda y muy suave, con su corteza fregada con agua depurada del mar Mediterráneo, que le confiere su pátina anaranjada de aromas marinos, yodados, intensos y peculiares.
En las tierras secas, áridas y cerealistas de Agramunt, capital del turrón, viven y trabajan la pareja formada por Francesc Marquilles y su mujer Teresa Canela. Responden al nombre de Formatges Monber y elaboran quesos de cabra de su propio rebaño desde el año 2000. Francesc proviene de una familia de agricultores de secano que, en su día, decidió complementar la actividad payesa con el rebaño de cabras y la elaboración quesera, principalmente quesos frescos y mató. Pero su gran especialidad es el Turó del Convent, un queso láctico, cremoso, untuoso, graso en boca y de maduración salvaje.
La última parada de este surtido nos lleva hasta el alto Pirineo de Lleida, donde la quesería Tros de Sort se ha convertido en un clásico entre la artesanía alimentaria catalana. Cinco ganaderos, un perito agrícola y un veterinario agrupados para dar vida a un proyecto nacido en 1994, en la primera gran crisis del sector lechero español. Una apuesta por la leche cruda de vaca de montaña y por la recuperación de quesos antiguos como el Tupí de Sort, el queso de los pastores. Elaborado a partir de quesos muy curados y rayados, fermentados en una vasija de barro (tupí en catalán) con aceite de oliva y aguardiente, según la receta del abuelo Tunica.
Notas de cata
Quesos de texturas blandas y untuosas, muy cremosos y fundentes al paladar, de aromas personales, intensos y persistentes que recuerdan a las setas crudas, al musgo y al sotobosque; y de sabores aparentemente ligeros que explotan en boca con un largo desarrollo sensorial.