La barrica: esa gran aliada del vino
Barrica. Una de las palabras más usadas en el mundo del vino. Pero ¿qué sabemos de ella? La barrica es un recipiente de madera que aporta numerosas ventajas al vino: no solo sirve para su conservación, sino que modifica sus características (color, aromas y sabor) y aumenta su longevidad: mientras que los vinos jóvenes son de periodo de consumo corto, los vinos con crianza en barrica prolongan su vida durante años y -en algunos casos- décadas. La crianza en barrica da lugar a vinos más finos, estables y complejos. Pero no todos son aptos para el envejecimiento, sólo los vinos de calidad que cumplen unos requisitos, como tener una gran constitución tánica, alto grado alcohólico y elevada acidez.
Repasemos un poco de historia. Sustituyendo a la tinaja, la barrica comenzó a usarse siglos atrás. Su primer uso en el mundo del vino procede de Burdeos, donde se utilizaba para facilitar el transporte y la conservación de los caldos. Con la llegada del Renacimiento, nacen los talleres de tonelería, y toneleros y comerciantes comienzan a advertir que existe una relación directa entre el tipo de barrica utilizado y la calidad del vino. La barrica deja de ser un simple contenedor de vino.
La tonelería ha hecho uso a lo largo de su historia de muchos tipos de madera: castaño, cerezo, acacia… Actualmente, existe unanimidad a la hora de elegir el roble para la fabricación: el roble aporta al vino una cantidad de oxígeno óptima a través de sus poros, además de una cesión adecuada de aromas y componentes tánicos. Pero hay otras variantes que un bodeguero debe contemplar a la hora de formar su parque de barricas, como la capacidad, la procedencia del roble o el nivel de tueste.
Antiguamente, las barricas eran grandes toneles donde el volumen de vino estaba en desproporción con el contacto de éste con la madera. Tendrán que pasar muchos años hasta que nazca la barrica más empleada, que es la denominada ‘bordelesa’, con una capacidad de 225 litros. En cuanto a la procedencia del roble, en general se opta por robles de bosques franceses o americanos (de EE.UU.). Y respecto al tueste, sabed que durante la fabricación de la barrica, el interior se tuesta al fuego o en hornos, y que dependiendo de la intensidad del tostado, el vino adquirirá unos matices u otros. La edad de la barrica también es determinante a la hora de envejecer un vino: una barrica nueva aporta componentes aromáticos de forma más rápida y facilita en mayor medida la oxigenación.
Hoy día, en todas las partes del mundo se utiliza la barrica para el envejecimiento de los vinos. El objetivo de la crianza en roble no es que el vino tenga aromas y sabores a madera, sino que aporte matices, que sume complejidad. Los vinos excesivamente ‘maderizados’ de antaño pasaron a mejor vida. La tendencia del gusto actual busca un mayor equilibrio entre los aromas y sabores propios de la uva y los aportados por la barrica: que la madera no enmascare las percepciones frutales.