Grandes Reservas Riojanos: el resurgir de lo clásico
Gran Reserva no puede ir en la misma frase que ‘moda'. Porque la moda es efímera por definición, y el Gran Reserva está en las antípodas de lo efímero. Es el vino hecho para durar en el tiempo. Sin embargo, este histórico icono de la excelencia fue perdiendo terreno ante el boom de los nuevos vinos de “alta expresión” en la pasada década de los noventa. Ahora llega la vuelta de tuerca: la tendencia del gusto vuelve a mirar hacia lo clásico; y los mercados internacionales muestran un renovado interés hacia estos vinos que durante tanto tiempo representaron la grandeza de Rioja.
Primero vamos a definir qué son. El término Gran Reserva sólo se reglamenta en España, y los consejos reguladores de las diferentes denominaciones estipulan el tiempo que debe permanecer el vino en barrica y en botella para lucir esta categoría. Rioja fue pionera en reglamentar los conceptos sobre la crianza, y establece que un tinto Gran Reserva debe tener un mínimo de dos años de crianza en barricas de roble y tres años en botella.
Son vinos maduros, suaves, muy placenteros de beber, amables. Ese tipo de vinos de los que terminas la botella sin enterarte. Pero llegó la “moda Parker”, y se impusieron valores como la estructura y la concentración; y los grandes reservas, su finura y elegancia, dejaron de captar la atención de las guías más influyentes del mundo. Ahora, como muestra del cambio de tendencia, los grandes reservas riojanos cosechan altas calificaciones, comenzando por The Wine Advocate de Robert Parker, y la creciente demanda en Estados Unidos y Europa apuntalan un merecido tirón comercial.
Rodolfo Bastida, enólogo y director general de Bodegas Ramón Bilbao, señalaba en la recién concluida IV edición de Enofusión que el 70% de sus vinos se destinan al mercado nacional y el 30% al internacional; y que, sin embargo, en cuestión de grandes reservas, vende tres veces más fuera que en nuestro país. Es un ejemplo del interés que estos vinos están captando en el ámbito exterior. Pero el panorama no es tan halagüeño en el mercado nacional: poca demanda para unos vinos caros de producir y que aportan pocos beneficios económicos a las bodegas.
¿Cómo es posible cuando hablamos de auténticas joyas enológicas? Sólo vinos muy especiales dan la cara con el paso de los años (Ramón Bilbao mostró en la cata de Enofusión cómo seguía deliciosamente vivo su Gran Reserva ¡de 1975!). Partamos de que no todas las regiones pueden producir uvas aptas para grandes reservas. Rioja sí. Se necesitan condiciones naturales, suelos peculiares que otorguen frutos con suficiente acidez para resistir sin oxidarse el paso del tiempo. Además, estos vinos sólo se elaboran en las mejores cosechas y requieren un riguroso trabajo enológico y una importante inversión (pasan muchos años en bodega antes de salir al mercado).
Es cierto también que el estilo clásico de los grandes reservas ha sido bien actualizado. Hace años recibían crianzas mucho más largas (sobre los 50 meses) en barricas viejas. A partir de los ochenta se regula su elaboración en Rioja y se evitan abusos con la madera. Los grandes reservas de hoy tienen más color, más intensidad, más graduación y más concentración, y al tiempo mantienen intactos sus rasgos tradicionales: elegancia y sofisticación. Poder disfrutar de estos tintos a precios tan accesibles es todo un lujo.
En Vinoselección siempre lo tuvimos claro. El Gran Reserva es un vino con valor añadido. Y desde 2001, a través del Círculo del Gran Reserva y acuerdos con las mejores bodegas, facilitamos a los socios el acceso a estas joyas longevas y de producción limitada con un sistema de cupos.
Nos complace enormemente el resurgir de estos vinos tan singulares y nuestros. Porque las modas pasan, los grandes vinos quedan.