Efectos del cambio climático en la producción del vino

El cambio climático condiciona el vino español

Hace no demasiado tiempo que eran mayoría quienes cuestionaban la existencia del cambio climático. En este momento sigue habiendo incrédulos, muchos, si bien en el sector del vino ya le han visto las orejas al lobo y son más los que piensan en cómo hacer frente a los efectos del cambio climático sobre los vinos, pero sobre sobre todo en los viñedos, que son el génesis del vino. 

No dejan de aparecer estudios y trabajos sesudos sobre lo que ya está provocando, no ahora, sino hace algunos años. Además con una idea clara: el cambio climático ha venido para quedarse, razón por la que van en aumento los organismos e instituciones implicados en cómo combatirlo, y también cada vez más las bodegas que implementan acciones para mitigar sus efectos. Al tiempo, trabajan para asegurar la sostenibilidad de la viticultura, principalmente en los territorios que están más expuestos por su baja altitud.  

Los patrones del clima se han visto modificados por causas naturales, pero también por la acción humana a través de la emisión de gases CO2 (de efecto invernadero). En cuanto a los efectos más inmediatos están el aumento de las temperaturas; estaciones climáticas entre las que las diferencias no son tan acentuadas; fenómenos meteorológicos más extremos, o acontecimientos naturales cuando no se esperan, como heladas en primavera o temperaturas suaves en invierno. Sin olvidar la aparición de nuevas plagas y enfermedades.  

Efectos del cambio climático en los viñedos 

Esta situación se refleja en el viñedo a través de un acortamiento de los tiempos de maduración de las uvas y, por tanto, en el adelanto de las vendimias. Ello supone un problema, porque con el calor la fruta tiene menos acidez y más azúcar y grado. Esta circunstancia se intenta paliar recogiendo antes la cosecha, pero de este modo se corre el riesgo de que no estén bien maduros los taninos, lo que luego transmitirá sensaciones vegetales al vino.  

Entre las soluciones inmediatas está la apuesta por variedades de uvas más resistentes a condiciones extremas, en sustitución de otras que, en pocos años, tal vez podrían desaparecer. También se está optando por castas de ciclo más largo, o portainjertos más resistentes al calor y la sequía. Otro de los remedios a los que se recurre es la plantación de viñedos a mayor altitud, buscando frescura y aireación, y con ello una ralentización del proceso de maduración de las plantas. Pero esto es algo que no está a la mano de todas las bodegas. Lo que sí puede hacer, y ya lo están haciendo, es proteger las uvas del sol, decidiendo sobre el terreno cuánta cantidad de hoja dejan en cada planta en función de donde está localizada y cómo le afectan las radiaciones solares.  

Disminución de zonas aptas 

Dicho esto, los humanos tenemos mucho que ver con este cambio climático, como de sobra se ha venido demostrando. El consumo energético y los modos de producción parecen estar en el origen del calentamiento global. En 2013, un estudio publicado por el Laboratorio Internacional en Cambio Global (LINCGlobal), fundado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España (CSIC) y la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), reflejaba la posible apertura de nuevas áreas productivas de vino en lugares inusuales hasta el momento.  

En este estudio se preveía para 2050 una disminución del 25% de zonas aptas para la viticultura, “alcanzando el 73% en las regiones productoras más importantes, que son las mediterráneas”, o sea, la nuestra. Un trabajo que ya adelantaba que esos territorios pueden llegar a ser incompatibles con la viticultura por ser demasiado cálidos.  

Al principio fueron pocas las bodegas convencidas de esta realidad. Bodegas Torres fue la pionera. Hace más de quince años que esta bodega se puso manos a la obra para revertir los efectos del cambio climático, apostando por una agricultura sostenible y respetuosa con el medio ambiente en todo el proceso, desde la viña hasta el embalaje final, en pro de la reducción de emisiones CO2.  

Tras ella vinieron otras que también han tenido clara la existencia del cambio climático desde un primer momento. Y en la actualidad son cada vez más numerosas las que están intentado mitigar sus efectos, cada una en la medida de sus posibilidades.  

Ya resulta evidente que la mayoría de bodegas tendrán que adaptarse a estos cambios si quieren continuar en el sector; si bien habrá muchas que no tengan posibilidad de ajustarse a esta nueva situación. Las consecuencias afectan al medio ambiente, pero también son de carácter social y económico. Aunque es imposible evitarlo, cuanto más se tarde en tomar medidas más radicales contra el calentamiento global, los efectos serán menos reversibles.  

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