¿Cómo afectan los diferentes suelos al vino?

El suelo es uno de los factores que más influyen en las características de las uvas y, por tanto, de los vinos. Y es lógico, porque la planta se alimenta del suelo, donde hunde sus raíces y absorbe agua y nutrientes.

EL AGUA. La vid es una planta capaz de sobrevivir en condiciones donde pocas pueden hacerlo, ya que se adapta a casi todos los tipos de suelo. Crece en los cinco continentes, pero necesita unos recursos hídricos mínimos que pueden proceder de aguas freáticas (subterráneas) o de riegos.

LA PROFUNDIDAD DEL SUELO. Determina la capacidad de extensión de las raíces. Un suelo profundo (con una capa superior gruesa) y con muchas reservas de agua favorece la productividad de la planta. Por el contrario, un suelo menos profundo y con menos agua reduce la producción y aumenta la de la uva.

FERTILIDAD. Hace referencia a las posibilidades de nutrición de la planta. La vid prefiere los suelos pobres. La necesidad de buscar agua provoca en la cepa un efecto conocido como “estrés”, que aumenta la calidad de la uva. En las viñas cultivadas sobre suelos con mucha agua se busca el estrés de la planta dejando que crezca hierba entre las hileras; de este modo, la cepa recibe menos agua.

Podríamos decir que los mejores suelos para la viticultura son por lo general bastante áridos y no demasiado profundos.

Componentes habituales

La composición del suelo influye en gran medida en las características de los vinos. Entre los principales suelos de los viñedos destacan los arcillosos, arenosos, pedregosos, graníticos y pizarrosos.

ARCILLOSOS. Los suelos de arcilla son propicios para conseguir vinos con buena estructura, elevado nivel de taninos y color intenso.

El suelo arcilloso es poco permeable al agua y, en consecuencia, tiende a retenerla. Durante las estaciones de sequía se endurece y se vuelve difícil de cultivar.


En nuestro país encontramos suelos arcillosos en diferentes puntos de la geografía, como en las denominaciones de , Ribera del Duero, Cigales…


ARENOSOS. Estos suelos otorgan finura y ligereza a los vinos. Las zonas con suelos arenosos se salvaron de la plaga de la filoxera, pues este insecto no se puede propagar en ellos. Así, en Zamora, Canarias y puntos aislados de otras zonas como Segovia y Galicia encontramos viñedos prefiloxéricos. O lo que es lo mismo: viñedos muy viejos plantados en pie franco, sin injertar, conectando directamente con la tierra sin la interferencia del portainjerto.

PEDREGOSOS. Los suelos cubiertos de piedra o guijarros producen, en general, uvas de mayor calidad, ya que ayudan a retener la humedad y favorecen el drenaje (eliminación del exceso de agua). También impiden la evaporación directa. Además, las piedras recogen calor por el día y lo irradian por la noche, favoreciendo la maduración de las uvas.

GRANÍTICOS. En las viñas de suelos graníticos las uvas maduran sin demasiada prisa. Los encontramos en zonas de Madrid y Galicia, y suelen caracterizarse por dar vinos muy aromáticos.

PIZARROSOS. Los terrenos de pizarra, con su color oscuro, retienen el calor y dan maduraciones más tempranas y elevados grados alcohólicos. Son típicos en denominaciones como Bierzo o Priorat.

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