Hay familias en las que el vino corre por sus venas, en las que las nuevas generación recogen el testigo de la pasión vinatera. En este post nos centramos en varias de las sagas más importantes del vino riojano, con una larga y prestigiosa trayectoria en la región.

López de Heredia

Si hay una bodega que encarne el concepto del clasicismo más puro en Rioja es R. López de Heredia Viña Tondonia. Firma dirigida por cuatro sucesivas generaciones de la familia López de Heredia, desde que en 1877 Rafael López de Heredia la fundara en el famoso Barrio de la Estación de Haro, donde se alzan sus instalaciones con aires de catedral. Actualmente, los hermanos María José, Mercedes y Julio López de Heredia Montoya están al frente de una casa que se mantiene fiel a su filosofía originaria. Se definen ante todo como viticultores; de hecho, sólo elaboran sus propios viñedos, en su día adquiridos por el bisabuelo.

Famosos también por defender una elaboración muy ‘artesana' que mantiene vivas técnicas centenarias: empleo de levaduras naturales, fermentaciones en tinos viejísimos -en lugar de acero inox-, trasiegos manuales, largas crianzas en barricas viejas de roble americano, clarificado con clara de huevo y embotellado sin filtrar. Un modo de elaborar que no tiene parangón en ninguna otra bodega riojana. Curiosamente, el hecho de que sus vinos sigan vinculados a un viñedo concreto (la marca viña Tondonia procede de la viña Tondonia, Viña Cubillo de viña Cubillas…) es una filosofía que hoy está muy en boga.

Eguren

Han conseguido los 100 puntos Parker y elaboran uno de los vinos más caros de España: Teso La Monja, en la D.O. Toro. Pero empecemos por su lugar de origen: Rioja, donde su historia vinatera comienza cuatro generaciones atrás. Hoy, los hermanos Marcos y Miguel Eguren son los herederos de un trabajo que inició su bisabuelo Amancio, continuó el abuelo Vitorino y después su padre Guillermo. Fue Guillermo quien fundó en 1957 la bodega Sierra Cantabria en San Vicente de la Sonsierra (Rioja Alta). Marcos Eguren (enólogo) y Miguel comenzaron el camino de la alta calidad en esta bodega familiar, y después fundaron una serie de proyectos que fueron clave en la revolución del vino riojano de los noventa. Primero, Señorío de San Vicente (1991), donde crearon su primer gran vino de pago: San Vicente, un tinto con más color, más fruta y estructura conseguido tras una drástica reducción de los rendimientos de las viñas. Después, Viñedos de Páganos (1998) en Laguardia; y Viñedos Sierra Cantabria. A estas firmas riojanas hay que sumar su salto a la D.O. Toro, donde primero pusieron en marcha la ‘súper bodega' Numanthia, más tarde vendida al grupo de lujo LVMH; y después vino su actual gran apuesta: Teso La Monja. El Grupo Sierra Cantabria pone su sello a un catálogo que abarca desde vinos asequibles a otros aupados a la escena internacional de los grandes vinos, como La Nieta, Finca El Bosque, Amancio, El Puntido, Alabaster, San Vicente o el mencionado Teso La Monja.

Muga

Tres generaciones de una familia que está detrás de una de las bodegas más sólidas y reconocidas de Rioja. El actual presidente de Bodegas Muga es Isaac Muga, a quien cariñosamente llaman Isacín. Pero fue su padre quien comenzó a trabajar como elaborador en 1980 en otra bodega: la centenaria La Rioja Alta S.A. Los Muga iniciaron su propio negocio vinícola en 1932 en una modesta bodega situada en una calle céntrica de Haro, pero en 1970 se trasladaron al famoso Barrio de la Estación, a una nueva y preciosa bodega.En la actualidad, la tercera generación está al frente: los hijos de Isacín y de su fallecido hermano Manuel. Jorge e Isaac, hijos de Isacín, son los enólogos. Y en otras áreas de la bodega están sus primos Manuel (vicepresidente), Eduardo y Juan.

Muga es otra firma afiliada al clasicismo que además solo trabaja con roble, es decir: en su bodega no existen los depósitos de acero inoxidable. Es también una de las pocas bodegas españolas que cuenta con tonelería propia, y continúa clarificando los vinos con clara de huevo fresco. Sus vinos superan las crianzas estipuladas por el Consejo Regulador, como Muga Crianza, con una estancia en barrica equiparable a un Reserva. En su portfolio se diferencian dos líneas: una más clásica con la gama Muga y Prado Enea; y otra más moderna, con Torre Muga y el vino top Aro. Todos ellos vinos con mucho tirón y aupados por la crítica.