El vino y los viajes: cuáles son los posibles efectos negativos

Evitar oscilaciones de temperatura y fuentes de luz directa, ventilación apropiada,  ausencia de olores y humedad mínima del 70%. Hemos repetido hasta la saciedad cuáles son las condiciones óptimas para guardar nuestros vinos, ¿pero qué sucede cuando viajamos con las botellas? Cuando el vino viaja puede verse sometido a cambios de temperatura o temperaturas demasiado altas, y también puede verse expuesto a vibraciones y golpes.

Entonces, ¿hay que hacer caso de la recomendación de muchos expertos de esperar un tiempo tras el viaje antes de abrir la botella? Nuestros enólogos Jaime Bermúdez y José Luis Casado responden que la recomendación de dejar descansar a los vinos después de un viaje es apropiada en determinadas ocasiones. Y señalan a los dos grandes enemigos del vino en los viajes: la temperatura y el movimiento (vibraciones). Estos serían los dos temas más importantes a tener en cuenta. Vamos a verlos con mayor detalle.

La temperatura. El riesgo más catastrófico es el de las temperaturas muy elevadas. Si dejas vinos en el maletero de un coche al sol, te pueden alcanzar los 60º C y salirse el corcho. En este caso entrará el oxígeno y el vino se oxidará. Y, aunque el corcho no llegue a salirse, ten en cuenta que el calor corta el periodo óptimo del vino, lo que se puede traducir en un efecto de oxidación acelerada. 
Te recomendamos que si viajas en coche no dejes las botellas en el maletero, sino dentro del habitáculo; de este modo, si llevas una buena temperatura, los vinos no sufrirán nada.

Movimiento del vino y vibraciones. El movimiento y las vibraciones son enemigos sobre todo de los vinos longevos, porque son los que mayor probabilidad tienen de presentar sedimentos. Los sedimentos –o posos- son generalmente materia colorante y sales que se van depositando en el fondo de la botella y que no afectan a la calidad del vino. Sin embargo, para evitarlos, es bueno o posible decantar o servir con cuidado el vino sin moverlo.

Ahora imagina que llevamos unas botellas a una comida de campo en un 4×4 por caminos no asfaltados… Con tanto movimiento y agitación, los sedimentos enturbiarán todo el vino. En estos casos, es recomendable esperar dos o tres días antes de abrir las botellas, dejándolas en posición vertical para que las partículas sólidas vuelvan al fondo de la botella. El reposo hará que el vino deje de estar turbio y vuelva a la normalidad.

Viajes en avión. Al volar en avión cambia la presión atmosférica, ¿esto afecta a las características sensoriales del vino? Jaime Bermúdez explica que en torno a este tema, al igual que sucede con las botellas criadas en el fondo del mar, hay mucha leyenda. “Sobre todo lo que se produce son cambios en la percepción del gusto del catador, más que en el vino. Al catador puede cambiarle ligeramente la percepción de los sabores (dulce, ácido…), es decir, hablamos de una cuestión orgánica y fisiológica relativa al catador. Por tanto, las diferencias sensoriales que se aprecien en el vino si lo catamos en un avión tendrán que ver con el cambio en el catador, no con el vino. El vino mantiene su presión porque está cerrado con su corcho”, aclara el director técnico de Vinoselección. “Otro asunto son los vinos espumosos. En este caso es mejor dejarlos reposar unos días antes de abrirlos”.

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