Las copas: el diseño importa

Vas a la sierra, comes en un asador, buena relación calidad-precio… Pero, ¡por dios, qué copas tan poco apropiadas para el vino! A todos nos ha pasado. Y no es cuestión estética (que también), sino funcional, porque una copa inadecuada ‘estropea' lo que el vino nos dice a la vista, en nariz y en boca.

¿Cómo es una copa adecuada? Debe tener un tallo alto: la copa se sujeta por el tallo, por eso mejor que sea alto. Si coges la copa por el balón (también llamado cáliz) ensuciarás el cristal y, además, calentarás el vino. Además, mejor que sea de cristal que de vidrio. Lo ideal es que sea una copa de cristal fino y transparente (sin relieves), para que podamos apreciar bien el color del vino, ya que su intensidad y tonalidad nos van a dar pistas sobre su edad y salud.

En cuanto al diseño de la copa, los hay para todos los gustos, para todo tipo de vinos y tipos de uvas. Las más utilizadas son la copa Borgoña (de mayor volumen, en forma de balón) y la Burdeos (más estilizada). Pero, ¿se utilizan las mismas copas para vinos blancos que para tintos? La respuesta es que se suele pero no se debe. Las copas para vinos blancos son más estrechas que las de tintos. La explicación es muy sencilla: los blancos se toman más frescos, y una copa más estrecha ayuda a retener mejor el frío.

En cualquier caso, hay que tener claro que, tanto para blancos como para tintos, el diámetro de la boca debe ser más estrecho que la parte más ancha del recipiente para retener mejor los aromas en la parte superior. Además, esto te permitirá girar con soltura el vino en la copa sin derramarlo.

Encontraremos aun así una gran variedad de anchuras de boca en las copas, y es importante saber elegir. ¿Por qué? Porque el diámetro de la boca de la copa afecta a la percepción de los sabores. Por ejemplo, si tenemos una copa con la boca cerrada, tenemos que levantar mucho el mentón para poder beber; por el contrario, cuanto más abierta la copa, menos necesitamos levantar el mentón. ¿Y? Pues que si levantamos poco el mentón, el vino se dirige en primer lugar hacia la punta de la lengua, que es donde se perciben las sensaciones dulces. Por eso, para tomar blancos jóvenes (vinos con una marcada acidez) se usan mucho las copas más abiertas. De esta manera, el vino llega directamente a la punta de la lengua, acentuando las sensaciones dulces; esto hará que percibamos un mayor equilibrio entre dulzor y acidez. Pruébalo en casa. Verás cómo cambia un vino en función de la copa que utilices. Todo tiene su porqué.

¿Y las copas de cava o champán? Pues a nosotros para catar nos encanta utilizar las mismas que para los blancos. También se pueden utilizar las clásicas copas flautas (especialmente delgadas) que mantienen a este vino espumoso frío durante más tiempo. Además, este tipo de copa también permite que se forme un rosario de burbujas uniforme y una corona más potente y concentrada.

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