Variedades minoritarias en Rioja: más allá del tempranillo
Las variedades minoritarias en Rioja están ganando protagonismo y aportando una diversidad extraordinaria a los vinos de la región. No todo es tempranillo o viura.
El pasado 26 de junio tuvo lugar la tercera edición de la Cata Tendencias, un evento que busca destacar las novedades que la D.O.Ca. Rioja aporta al mercado del vino, organizado por Grupo Rioja en colaboración con VadeVino Editorial y la Unión Española de Catadores. La cita reunió a una veintena de los más destacados periodistas especializados y se celebró en la sede madrileña de la Unión Española de Catadores.
En esta tercera edición, Mónica Muñoz, editora y directora de Mercados del Vino y la Distribución, dirigió una cata centrada en vinos elaborados con variedades minoritarias de Rioja. Es decir, todas aquellas distintas a la tinta tempranillo y la blanca viura.
Pero, ¿qué entendemos por “variedad minoritaria”? Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), se trata de aquellas variedades cuya superficie cultivada en España es inferior a 1.000 hectáreas. No obstante, Mónica Muñoz aclaró que esta no era una cata de variedades oficialmente minoritarias, ya que algunas superan ese umbral, sino de variedades menos cultivadas en Rioja que la tempranillo.
También señaló que no debe confundirse el concepto de “variedad minoritaria” con el de “variedad recuperada”, ya que una puede o no ser la otra. Del mismo modo, no todas las variedades minoritarias son ancestrales, ni viceversa.
Abrir la puerta a nuevas variedades
En 2007 el Consejo Regulador de la D.O.Ca. Rioja modificó su reglamento y autorizó nuevas variedades de uva, que se sumaron a las ya aprobadas en 1925. Entre las uvas blancas minoritarias autorizadas se encuentran maturana blanca, tempranillo blanco y turruntés. Además, se incorporaron algunas variedades no autóctonas y no minoritarias, como la chardonnay, la sauvignon blanc y la verdejo. En cuanto a las variedades tintas, se aprobaron las minoritarias maturana tinta, maturana parda y monastel.
Mónica Muñoz subrayó el potencial aún por descubrir de estas variedades, así como el de otras castas tradicionales que perviven en los antiguos viñedos riojanos.
En su exposición, detalló las uvas autorizadas en el pliego de condiciones de la D.O.Ca. Rioja. También mencionó otras con presencia documentada en la región, como el tempranillo royo, con gran potencial para la elaboración de espumosos (categoría recientemente aprobada en la D.O.Ca. Rioja) y el tinto velasco, uva originaria de Castilla-La Mancha, valorado por su calidad y proyección futura.
Muñoz señaló la buena adaptación climática de estas nuevas variedades autóctonas y su capacidad para aportar identidad y riqueza enológica, especialmente en un contexto de preocupación por la pérdida de diversidad biológica. Concluyó afirmando que “Rioja, símbolo del vino español, sigue reinventándose sin perder su esencia”.
Turruntés, ideal para los vinos de guarda
Según el viticultor y bodeguero Abel Mendoza, la turruntés es una variedad de ciclo largo, cuya maduración se produce entre una y dos semanas después que la viura. Su mayor potencial se manifiesta en zonas elevadas, especialmente por encima de los 500 m de altitud.
Se caracteriza por su vigor y su marcada tendencia a ofrecer rendimientos altos. En nariz presenta un perfil neutro y discreto, por lo que se aconseja su elaboración en madera para enriquecer los aromas. En boca la turruntés sorprende por su volumen y su gran frescor, cualidades que la convierten en una magnífica candidata para la elaboración de vinos de guarda.
Esta casta ocupa una extensión de tan solo 0.01% del total del viñedo de la D.O.Ca. Rioja.
Tempranillo blanco, una mutación de la tempranillo tinta
Según Juan Bautista Chávarri, la uva tempranillo blanco una cepa de ciclo muy corto que presenta un comportamiento particular. Aunque su brotación es tardía, el envero y la maduración suceden de forma muy temprana.
Esta variedad produce un número elevado de racimos por cepa, lo que puede generar rendimientos superiores a los autorizados por el Consejo Regulador.
Se caracteriza por su alta acidez y por su magnífica adaptación a diferentes sistemas de cultivo y métodos de elaboración. Es ideal para la producción de vinos blancos jóvenes, afrutados y frescos, con un perfil aromático elevado. Y representa tan solo el 1,14% del viñedo total adscrito a la D.O.Ca. Rioja.
Mazuelo, uva tradicional en los ensamblajes
De probable origen aragonés, la mazuelo (también conocida como cariñena) acompaña a los vinos de Rioja desde hace siglos. Se trata de una uva habitual en los ensamblajes tradicionales, usada en pequeñas proporciones para acompañar a la tempranillo. En la actualidad la mazuelo representa el 1.76% del viñedo total en la D.O.Ca. Rioja.
Entre las ventajas de su uso está la buena resistencia a condiciones climáticas adversas. La mazuelo aporta alta acidez, estructura (taninos firmes) y color, aptitudes que la convierten en una variedad ideal para los vinos de guarda.
En resumen, es una variedad que no suele protagonizar los ensamblajes riojanos, pero su presencia es clave en vinos de guarda por su capacidad de aportar estructura y longevidad.
Graciano, otra clásica de los ensamblajes riojanos
La graciano es otra variedad usada tradicionalmente en ensamblajes para dar complejidad y longevidad a los vinos. Autóctona de La Rioja, se dice de ella que es difícil de trabajar y de elaborar en monovarietales. Se trata de una cepa poco productiva, de maduración tardía, sensible a enfermedades, especialmente al oídio. Para madurar bien necesita condiciones cálidas.
En cuanto a su perfil enológico, aporta aroma intenso, frescura (acidez) y tanicidad elegante. También aporta aromas florales y especiados muy valorados en ‘coupages’.
Su cultivo representa el 2% del total del viñedo riojano. En la actualidad está ganando protagonismo por sus aptitudes para la crianza ya que aporta longevidad y complejidad. Vinos como Viña Pomal Vinos Singulares 2020 reividican a la graciano en un perfil clásico de crianza larga. También es una uva muy apreciada en vinos de autor que exploran nuevos estilos, pues da carácter y originalidad, como Viña Monty 2016.
Garnacha tinta, desbancada por la tempranillo
La garnacha fue la variedad dominante en La Rioja hasta la década de los setenta, antes del auge de la tempranillo. De probable origen aragonés, la garnacha es una cepa vigorosa, de maduración media-tardía, muy resistente a la sequía, que produce rendimientos altos si no se controla. Tradicionalmente se ha empleado sobre todo en zonas cálidas como Rioja Oriental (anterior Rioja Baja).
Esta casta aporta untuosidad, volumen, dulzor alcohólico y notas de fruta roja madura. Tiene menor acidez y color que otras uvas como la tempranillo o graciano, y muestra cierta tendencia a oxidarse si no se elabora con cuidado.
Entre sus ventajas hay que señalar que es una casta ideal para equilibrar la tempranillo en ensamblajes. Además, destaca por su versatilidad, su frescura y su gran capacidad para reflejar el ‘terroir’. La garnacha ocupa un 6,59% del total del viñedo riojano.
Maturana tinta, una uva rescatada con gran futuro
Casi desaparecida, la maturana tinta ha sido redescubierta gracias a investigaciones ampelográficas. Y los expertos coinciden en que es una de las variedades rescatadas con un futuro más prometedor, tanto sola como en ‘coupage’.
Se adapta muy bien a todas las zonas climáticas de la D.O. Ca Rioja, y al ser una variedad de brotación tardía, se desarrolla bien en zonas con riesgo de heladas primaverales.
Según el bodeguero Juan Carlos Sancha, es una variedad de fertilidad alta, superior a la tempranillo. En cuanto a plagas y enfermedades, su mayor amenaza es la botritis.
La maturana tinta produce vinos de gran color, con buena acidez, y con menor grado alcohólico que la tempranillo. Destaca en nariz por sus piracinas (aromas que recuerdan sobre todo al pimiento verde). En boca es una variedad voluptuosa y redonda, sin ser demasiado tánica. Puede brillar en vinos con crianzas prolongadas.
En definitiva, esta cata de variedades minoritarias en Rioja confirma que la región avanza con audacia, explorando nuevos caminos sin perder de vista su esencia. La nueva generación de vinos refleja una apuesta firme por variedades menos convencionales, que aportan riqueza y complejidad al perfil enológico de la región. Esta diversidad marca uno de los momentos más dinámicos y prometedores en la historia del vino riojano.