El vínculo entre la literatura y el vino

Vino y literatura, un dúo inseparable 

La conexión entre el vino y la literatura es un lazo antiguo y muy consolidado. Desde que el hombre comenzó a elaborar esta bebida se preocupó también de dejar testimonio de sus propiedades. 

Son muchísimas las referencias al vino recogidas en la literatura universal; pero, sin duda, su peso es aún mayor en la cultura mediterránea, donde incluso lo tenemos integrado en nuestra sana y ejemplar dieta.  

Si eres un buen lector además de winelover, no te puedes perder este sucinto repaso de la presencia del vino en la literatura de todos los tiempos. 

Desde las primeras civilizaciones 

La aparición de la escritura es el hito que separa la prehistoria de la historia, y desde ese mismo momento encontramos menciones al vino. Podemos afirmar, por tanto, que cuando el hombre se civiliza empieza a deja rastro escrito de la importancia del vino en su vida cotidiana.  

La existencia del vino y las tabernas consta ya en un texto que data de unos 2100 años antes de Cristo, la obra sumeria La Epopeya de Gilgamesh, donde a la bebida se le atribuyen tintes epicúreos y una cierta aura de divinidad. Análogamente, las inscripciones murales halladas en templos y pirámides del antiguo Egipto ligan el vino a lo terrenal y a lo religioso por igual. Los jeroglíficos de esta cultura detallan su elaboración y su uso como ofrenda a los dioses. También El Libro de los Muertos, la célebre obra funeraria egipcia, promete vino a los difuntos en el más allá. 

En la literatura clásica griega tiene profusa representación y hasta su propio dios, Dioniso. Homero menciona el vino en la Ilíada y especialmente en La Odisea, en ocasiones como bebida social y en otras muchas como néctar embriagador. Platón habla sobre él nada menos que en cuatro obras destacadas: El Banquete, Las Leyes, La República y El Fedro, recomendando libaciones para facilitar el diálogo, mejorar la lucidez, el encuentro social y el bienestar mental. Todo un defensor.  

En Roma es Baco la deidad del vino y las fiestas, llamadas bacanales en su honor. La oda al vino de Horacio, las Geórgicas de Virgilio y los escritos de Catón el Viejo y Plinio el Viejo dan testimonio de su importancia en la sociedad de la época.  

En los textos religiosos: el bien y el mal 

La Biblia es el libro más estudiado y vendido del mundo. Así pues, son muchos los lectores que conocen las numerosísimas alusiones al vino que contiene, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Es la primera planta que cultiva Noé tras el diluvio, por citar una de las cientos de referencias al vino insertas en el texto religioso, desde el milagro de las bodas de Caná —donde Jesús convierte el agua en vino— hasta su simbología como sangre de Cristo en la Última Cena, que ha trascendido hasta nuestros días a través de la Eucarístía. 

En la Biblia es tan fácil hallar citas a favor como en contra del vino, y algo similar sucede en el Corán. En este texto religioso, quienes juegan y beben en su vida terrenal no son dignos; en cambio, el vino forma parte de las recompensas en el más allá. 

Asimismo, en la literatura profana de todos los tiempos es constante la alternancia entre las descripciones del vino como fuente de placer e inspiración y las descripciones que lo denostan por su capacidad de embrutecer los sentidos.  

El nombre de la rosa, de Umberto Eco, es un buen ejemplo. Está ambientado en un convento en el que los monjes agasajan a sus huéspedes con esta bebida —“después los monjes nos trajeron vino, queso, aceitunas y buena uva, y se retiraron para que pudiéramos comer y beber—, los mismos monjes que refieren una demoníaca escena en la que “todos alrededor de una tinaja llena de vino, que llamaban barrilete, embriagándose, y cortando en trozos al niño”.  

Literatura universal 

Sería imposible glosar todas las obras literarias que contienen menciones al vino, si bien algunas son especialmente conocidas por este motivo. A caballo entre los siglos XI y XII el poeta persa Omar Khayyam escribe su prolija colección de cuartetos conocida como los  Rubaiyat, todo un canto al disfrute del vino, el erotismo y el amor. 

Tres siglos más tarde, el vino aparece en La Divina Comedia, de Dante, representando tanto el gozo celestial como el pecado de la gula. 

Ni el propio William Shakespeare elude el tema. El Bardo de Avón vincula el vino con las celebraciones en muchas de sus obras, entre ellas Hamlet, Las Alegres Comadres de WindsorMacbeth, donde escribe “Me sentaré. Servidme vino: ¡así hasta los bordes! Brindo por la alegría de esta mesa describe el vino”. Por el contrario, en otras tantas ocasiones lo considera un brebaje con el que conseguir fines perversos, como en Otelo, donde se emplea para confundir a Casio y mancillar su honor. 

Literatura española 

El vino ha inspirado a los más insignes literatos españoles de todos los tiempos. Son legión los escritores, muchos de ellos de fama mundial, que le han dedicado líneas y hasta páginas. 

La alcahueta de La Celestina, de Fernando de Rojas, lo usa para engatusar y manipular. El pícaro Lazarillo de Tormes engaña a su amo ciego para beber más cantidad. Y el último personaje de la picaresca española, Estebanillo González, protagonista de la obra anónima La vida y hechos de Estebanillo González, hombre de buen humor, compuesta por él mismo, es un bebedor excesivo. 

En la gran obra maestra de Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, el vino aparece en varios capítulos, como aquel en el que el delirante caballero los ataca al confundirlos con gigantes. 

Lope de Vega, en El Galán de la Membrilla —una obra, en la que, según afirma después Menéndez Pelayo, “todo huele a vino”— pondera el vino de La Mancha. Su coetáneo, Quevedo, suele referirse al vino a menudo relacionándolo con la alegría y el gozo aunque también con la decadencia. 

Por cierto, que ambos eran buenos aficionados a esta bebida, condición que les hizo merecedores de uno de los poemas más irónicos y humorísticos jamás escritos sobre el asunto: el que les dedicó Góngora, que era abstemio, cuando Lope y Quevedo se reconciliaron tras un tiempo enemistados: 

“Hoy hacen amistad nueva 

más por Baco que por Febo 

don Francisco de Quebebo  

y Félix Lope de Beba.” 

Por su carga simbólica y su importancia en nuestra vida cotidiana, el vino ha estado siempre presente en las obras literarias de todos los tiempos. Tanto en nuestra literatura patria como en la universal, constituye un recurso literario poderoso para representar desde el placer al pecado, desde lo ordinario hasta lo sagrado. Una ambivalencia que, sin duda, es parte de su fascinante encanto. 

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