Entrevista a Fernando Rodríguez de Rivera Cremades, director general de Bodegas y Viñedos Pradorey

Entrevista a Fernando Rodríguez de Rivera Cremades, director general de Bodegas y Viñedos Pradorey 

“Creamos vinos que se alejan de lo estándar y que hablan del terruño” 

Fernando Rodríguez de Rivera Cremades (Madrid, 1978) conduce el timón de Bodegas y Viñedos Pradorey, una de las bodegas más importantes de Ribera del Duero y propietaria del viñedo más grande de la región. 

Executive MBA por IESE-Universidad de Navarra y Doctor Cum Laude en Ciencias Económicas y Empresariales por la UCM, Fernando venía de un sector radicalmente diferente, pero en 2017 sintió la llamada del vino y se incorporó a la compañía en 2007, con 29 años. Desde 2008 es el director general, y conduce, con sabia mezcla de prudencia y audacia, el timón de esta gran firma fundada por su abuelo, Javier Cremades de Adaro, a quien apodaron “el loco de la Ventosilla”. Y es que, en los años 80, se suponía que había que estar un poco loco para plantar 520 hectáreas de viñedo en una zona consideraba muy fría para la vid: Gumiel de Mercado, en Burgos.  

Conversamos con él para conocer en profundidad su bodega, este mes protagonista de nuestra Selección Privada con el vino Pradorey Finca La Mina Reserva 2020

 
VS. ¿Cómo definiría el estilo de Bodegas Pradorey? 

La plantación de 520 hectáreas de viñedo, así como el lanzamiento del primer Roble de la historia de la Ribera del Duero allá en el año 1997, condicionó durante unos cuantos años la estrategia de la compañía, orientando nuestros vinos a elaboraciones estándar. Apostamos, además, por crianzas con exceso de madera, fundamentalmente nueva, como era habitual en la época. Digamos que el foco estaba por entonces en los procesos del vino, y no en el viñedo y sus enormes posibilidades. 

Cuando me incorporé en el verano de 2007, con 29 años, quise ser muy prudente. Además, nuestros problemas en aquella época eran otros. La construcción de una nueva bodega, la situación financiera que comenzaba a complicarse a nivel global… Digamos que tardé en entrar en la parte enológica, dejando hacer a los técnicos. Fueron años en los que aproveché para viajar, conocer otras realidades, catar otras cosas de regiones muy diferentes y tratar de hacerme mi propio criterio respecto a lo que tenían que ser nuestros vinos. 

Así, allá por el año 2014, en Pradorey comenzamos una revolución enológica en la que aún estamos inmersos. Fue entonces cuando comprendimos que, más que el viñedo propio más grande de la Ribera del Duero, teníamos uno de los más versátiles. Fueron años de estudiar suelos, de cambiar elaboraciones y de entender que el verdadero potencial de diferenciación estaba en el ‘terroir’.  

Desde entonces, la transformación del viñedo -bien vía conversión a ecológico, bien vía introducción de nuevos varietales-, así como las fermentaciones espontáneas, el uso de levaduras indígenas, las extracciones en medio acuoso, o los métodos de crianza menos agresivos han ido ganando protagonismo en nuestras elaboraciones. Y todo ello nos ha llevado a mostrar en los vinos una Ribera del Duero muy alejada de los estándares, que va más allá de lo que habitualmente trasciende cuando se piensa en nuestra región. 

Esta apuesta por elaboraciones singulares, que parten de una gestión diferenciada de nuestros viñedos, tiene siempre presente al consumidor final. Es decir, a la hora de elaborar un vino pensamos, no sólo en los perfiles, sino en el momento de consumo y en las expectativas de aquellos que nos eligen.   

Así, tenemos 20 vinos en el mercado que responden a 17 elaboraciones diferentes. Y tenemos otras 6 en camino, algunas todavía en modo experimental, entre las que tienen cabida un blanc de Noirs, maceraciones carbónicas, crianzas en tinaja de barro, criaderas y soleras y, por supuesto, otras más tradicionales o reconocibles dentro de la Ribera del Duero, porque sigue existiendo también ese consumidor que busca productos más clásicos.  

El viñedo, a su vez, está jerarquizado, lo que también nos lleva a elaborar vinos de parcelas, de finca (varias parcelas de un mismo pago) o de pueblo (mezcla de diferentes fincas). Con todo ello, buscamos hacer vinos de terruño, cada vez menos intervencionistas y que pongan de manifiesto que el verdadero potencial de nuestra región, entendido a través de las enormes posibilidades que tenemos de hacer cosas diferentes, es descomunal, aunque a veces pueda parecer lo contrario.  

Se trata de entender bien tu viñedo y no constreñirse a ciertas pautas de elaboración que tienden a estandarizar el vino y a difuminar lo diferencial del terruño. Mi abuelo se imaginó un Pradorey, nosotros, mi generación, otro muy diferente; y tuvo la generosidad de dejarnos hacer propio el que fue su sueño. Creo que nuestro portafolio actual refleja este cambio. 

 
VS. Elaboran todos sus vinos exclusivamente con uva propia, ¿por qué es tan importante elaborar solo con viñedos propios?  

Por filosofía empresarial y por nuestra forma de entender nuestro sector. El vino no es algo que pueda fabricarse en serie. Cuando se mezclan uvas y graneles de múltiples zonas y calidades, lo diferencial se difumina y se pierde la magia del terruño. A veces, incluso, en ese proceso, para intentar estandarizar se abusa de la madera, lo cual termina de cercenar cualquier posibilidad de poner en valor la procedencia de la uva.  

La apuesta por nuestro viñedo lo es también por nuestra finca: el Real Sitio de la Ventosilla. Pero también por el talento de quienes trabajan en viñedo y bodega, que buscan siempre sacar todo el potencial de unos pagos únicos por su potencial para hacer cosas diferentes dentro de una misma finca, como explicaba con anterioridad. Además, cuando tú vinculas tu vino a un territorio, también lo pones en valor. Cuanto más singular sea dicho territorio (parcela, pago o similar), mayor es el valor intrínseco del producto, pero también el percibido. Además, haces de dicho lugar algo visitable para el enoturista. Y esto lo vincula emocionalmente de una forma más sólida con tu marca. 

También hay un punto de honestidad hacia el consumidor final. Si alguien compra un Finca la Mina, tiene que saber que la uva viene de allí. Y que cuando se acabe, no habrá más hasta la siguiente cosecha, la cual, aún asumiendo que la climatología marcará el perfil de esta, mantendrá una coherencia con las añadas anteriores.  

Trabajar solo con uva propia nos permite, además de hacer vinos reconocibles y mantener un nivel de calidad, tener una política de precios coherente, que no dependa de las heladas, granizos, carestías o excesos de uva. Y ello también redunda en una garantía de suministro de nuestros vinos.  

 
VS. ¿Hay algo que haga especiales los vinos de esta zona de Gumiel de Mercado? 

Creo que no se puede hablar de la Ribera del Duero como algo homogéneo. Ni siquiera se puede hablar de una única Ribera del Duero burgalesa, según hemos ido estudiando estos años. Cada pueblo tiene su particularidad. Incluso dentro de un mismo pueblo se pueden encontrar matices muy diferentes en el suelo, y también diferencias en suelos muy similares. Observamos comportamientos distintos del viñedo por cuestiones como las horas de sol, las pequeñas diferencias de pluviometría o las pendientes.  

Siempre cuento que para mí fue catártico un viaje a Burdeos que hice hace unos años. Estaba en el Medoc y por la mañana visité Mouton Rotschild; por la tarde, viendo Chataeu Lagrange, me decían que a quién se le podría ocurrir mezclar uvas de Paulliac con las de St. Julien estando a 6 kilómetros de distancia. Entre nuestros viñedos de Salgüero y de Valdelayegua hay 7 km, y los suelos que hemos encontrado, aunque muchos tengan un cierto patrón, tienen diferencias asombrosas en características de la uva. Y también en las características organolépticas de los vinos que con ellas se elaboran. Esto explica el perfil tan diferente que tienen cada una de nuestras referencias.  

No quiere decir que nuestros viñedos sean mejores o peores que los de otras zonas o pueblos de la Ribera del Duero, sino que tienen características diferentes. Y que el reto es extraer todo el potencial de lo que la naturaleza te brinda cada año. Es decir, se trata de saber lo que tienes entre manos y comprender qué vinos tienen sentido elaborarse en tu terruño.  

Es cierto, no obstante, que cada vez existen más prescriptores señalando que nuestra zona (Gumiel de Mercado, Roa, La Horra, Anguix, La Aguilera, etc.) es la “milla de oro” del norte de la Ribera del Duero. Aquí se elaboran algunos de los vinos más reconocidos a nivel internacional. Y cada vez son más las bodegas que se acercan por esta región buscando uva o viñedos por nuestras altitudes elevadas, y por el potencial para hacer vinos con estructura, longevidad y elegancia, como intentamos que muestren nuestras referencias. 

En cualquier caso, me gusta decir que no hay viñedos mejores o peores per se. Son mejores o peores dependiendo del vino que quieras elaborar.  

VS. Pradorey creó uno de los tintos Roble más vendidos de Ribera del Duero, ¿por qué decidieron prescindir de esta categoría? 

En Pradorey siempre hemos apostado por la innovación y por escuchar al consumidor. Durante muchos años, nuestro tinto Roble fue uno de los más populares de la Ribera del Duero y marcó un antes y un después en su categoría. Sin embargo, con el tiempo, sentimos que esa clasificación ya no reflejaba lo que queríamos transmitir con nuestros vinos.  

Cuando me incorporé a la compañía, aún estaba muy presente la herencia del primer Roble de la Ribera y una forma de elaborar centrada sobre todo en el proceso. Pero a partir de 2014, como explicaba con anterioridad, iniciamos una revolución silenciosa que transformó nuestra manera de entender el vino. Dejamos de mirar tanto a las categorías establecidas para enfocarnos en el viñedo, en los suelos, en las fermentaciones espontáneas y en métodos menos intervencionistas, más respetuosos con lo que la tierra nos da.  

En ese camino, la etiqueta ‘Roble’ dejó de encajar. Digamos que dejó de tener sentido en nuestra estrategia empresarial, ya que se trataba de un producto estándar, con escaso potencial de diferenciación y que no ponía en valor aquello que nos hacía diferentes. 

Nuestro objetivo desde ese momento pasó a ser otro: mostrar una Ribera del Duero más diversa, más honesta, más ligada al origen. Y eso nos ha llevado a crear vinos que se alejan de lo estándar y que hablan, sobre todo, del lugar del que vienen. La apuesta por el terruño es irrevocable, y cada vez haremos mayor énfasis en ello. 

 
VS. Una de las características de su bodega es la apuesta por la innovación. Fueron pioneros en la elaboración en tinajas de barro centenarias y en crear el primer blanc de noirs de Ribera del Duero. ¿Se espera alguna otra novedad en la bodega? 

No quiero dejar de lado las criaderas y soleras en vinos tintos secos, con las que venimos trabajando desde 2014. Además de algunos nuevos productos que están en fase experimental, la mayor apuesta que tenemos en ciernes es en el viñedo. En el año 2013 comenzamos a testar garnacha y albillo.  

En 2018 comenzamos a planificar un viñedo experimental de variedades blancas, donde probamos, entre otras, el godello, la viognier y la rojal. En 2024 plantamos un viñedo experimental con varietales del Duero (cenicienta, estaladiña, bruñal, etc.), y algo de graciano. De todo ello, se han escalado ya la garnacha, el albillo, la godello, el viognier y la rojal. Y estoy convencido de que en el futuro tendrán más protagonismo algunas de las variedades tintas que plantamos el año pasado.  

Con la nueva realidad climática, debemos entender que la Ribera del Duero tiene que migrar hacia algo muy diferente al tempranillo, porque esta uva lleva muy mal el calor. Creo que por ahí podremos contaros muchas cosas a lo largo de los próximos años.  

 
VS. También es una bodega que apuesta por los avances tecnológicos, ¿cree que se pueden hacer buenos sin gran tecnología detrás? 

La tecnología, sin una buena uva, poco o nada puede hacer. La base está en el viñedo. Por supuesto que se pueden elaborar vinos excelentes sin tecnología. Querría, en cualquier caso, hacer un inciso. Nosotros somos una bodega con una enorme curiosidad por el aprendizaje. Es lo que sustenta, en el fondo, nuestra estrategia competitiva. Sin embargo, innovar, aprender, no siempre exige una gran tecnología. Es más importante el conocimiento tácito. La intuición te permite ir un paso más allá en todos los sentidos y sacar todo el potencial a tus activos. En nuestro caso, a nuestro viñedo. 

 
VS. ¿Está siendo positiva para Pradorey la tendencia actual hacia tintos más frescos y ligeros?  

Sin duda. La tendencia hacia tintos más frescos y ligeros conecta muy bien con el camino que llevamos recorriendo desde hace más de una década. En Pradorey no llegamos a esta tendencia por moda, sino por convicción. Cuando empezamos a entender mejor nuestros suelos, nuestras altitudes, y a vinificar de forma menos intervencionista, nos dimos cuenta de que el viñedo ya nos pedía vinos más verticales, más honestos, con menos maquillaje y más territorio.  

Hoy vemos que el consumidor también está valorando ese tipo de vinos: más bebibles, más gastronómicos y con una expresión más pura del lugar. Así que sí: esta tendencia nos favorece. Pero sobre todo nos reafirma en una forma de trabajar en la que creemos profundamente. Al final, todo parte del viñedo, y si lo escuchas bien, te lleva justo por ese camino. 

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