Los posos en el vino son sedimentos sólidos que pueden aparecer en el fondo de la botella o de la copa.  

Su presencia es bastante común y, aunque se puedan asociar con un defecto o interpretar como una señal de que el vino está en mal estado, normalmente no tienen nada de perjudicial y obedecen tan solo a los propios procesos de elaboración y crianza. 

Qué son y por qué salen los posos en el vino 

Se trata de residuos generados de manera natural durante la vinificación o envejecimiento del vino. Habitualmente el poso está compuesto por levaduras ya inertes tras la fermentación. Además puede contener diminutos restos de hollejos, sobre todo en tintos que han tenido contacto prolongado con las pieles de las uvas. En el caso de los tintos más añejos, también los pigmentos tienden a precipitarse al fondo a medida que el vino envejece.  

Todas estas partículas depositadas sobre la base del recipiente integran lo que se conoce como posos, fangos o —a pesar de lo escatológico del término— heces. “Apurar el cáliz hasta las heces” es una expresión que ya se recoge en la Biblia y que ha permanecido en la fraseología popular para significar la acción de soportar algo hasta sus últimas consecuencias.   

¿Es malo el poso que queda en el vino? 

Los posos en el vino son normales y su existencia no suele implicar que esté defectuoso o sea de baja calidad. En la mayoría de las ocasiones se trata de un indicativo de que el vino ha pasado por un proceso de vinificación natural, sin filtraciones ni clarificaciones, o que ha envejecido durante mucho tiempo. De hecho, algunos vinos de alta gama y muchos vinos naturales pueden tener posos, ya que hay productores que prefieren no filtrar para conservar todos sus sabores y aromas. 

Otra posible causa de su aparición es el frío. Con las bajas temperaturas, el bitartrato de potasio, un compuesto mineral presente en el vino, forma cristales inofensivos que caen al fondo de la botella.  

Posos buenos y posos malos 

Queda claro que lo normal es que los posos sean inocuos y obedezcan a las causas descritas. Pero de modo excepcional, por efecto de algún problema de elaboración o almacenamiento, pueden aparecer otros residuos que sí afectan negativamente al vino.  

Cuando el vino se embotella sin las suficientes pautas higiénicas o se guarda expuesto a altas temperaturas pueden aparecer sedimentos formados por bacterias. Estos posos van acompañados de olores desagradables y cambios en el sabor.  

Del mismo modo, si un corcho está en mal estado o no ha sido almacenado de forma adecuada, puede deteriorarse y desprender partículas que también pueden alterar el paladar del vino. 

Cómo evitar los posos en el vino 

A pesar de su general intrascendencia, si te desagrada encontrar posos en el vino es recomendable que dejes reposar la botella de pie unas horas antes de abrirla para que caigan al fondo. Decántalo luego con luz suficiente para poder ver los posos dentro de la botella y asegurarte de parar la decantación a tiempo. Aun así, sirve despacio el vino limpio desde el decantador y sin apurar hasta el final, por si se hubiese colado algún poso.  

Otra opción, muy aconsejable para el manejo de los vinos añejos, es simplemente verterlos con cuidado, dejando el último centímetro en la botella para evitar que los posos pasen a la copa. 

En definitiva, los posos no son necesariamente un indicador de mala calidad en el vino, sino un reflejo de su proceso de elaboración o la consecuencia de un envejecimiento prolongado. No obstante, si te incomoda su aspecto o textura, sigue los pasos recomendados para evitarlos y disfruta de un vino sin impurezas.