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Vino y salud: ¿amigos o enemigos?

Nadie duda que el vino y la salud están íntimamente relacionados. Pero, ¿para bien o para mal? Hay quien ensalza las magníficas cualidades de esta bebida como un perfecto aliado para nuestro bienestar, mientras que algunas opiniones lo demonizan hasta el horror. ¿Quién tiene razón? Analicemos cuánto hay de cierto en los argumentos a favor y en contra

Pero, antes de desglosar el efecto del vino sobre nuestra salud, es importante explicar cómo actúa sobre ella cualquier tipo de alcohol. En cantidad moderada puede mejorar el nivel de lípidos en sangre regulando su coagulación, además de actuar como vasodilatador. Insistimos: en cantidad moderada; esto es, al día 330 ml de cerveza, 125 ml de vino o 40 ml de cualquier bebida alcohólica de mayor graduación para un adulto sano. Digamos que las dosis reseñadas entran dentro de lo saludable. Cuando se rebasan, las consecuencias negativas del alcohol sobre el organismo superan con creces este posible beneficio. 

De todas las bebidas alcohólicas, el vino goza de una especial buena reputación. Vemos cuáles son las razones de esta fama y si son válidas. 

El vino mejora la salud cardiovascular 

Aunque hay algunos estudios anteriores sobre al asunto, esta afirmación comienza a difundirse sobre todo a raíz de “la paradoja francesa”. ¿De qué estamos hablando? En los años sesenta, el fisiólogo estadounidense Ancel Benjamin Keys realizó un estudio sobre la relación entre la enfermedad coronaria y el colesterol de la dieta entre los habitantes de distintos países. La conclusión fue que aquellos que tenían una dieta más rica en grasas sufrían más accidentes cardiovasculares. Pero, curiosamente, en Francia, donde el consumo de quesos, natas y mantequilla es elevadísimo, su población tenía una excelente salud coronaria y vascular, lo que se asoció de inmediato a la ingesta de vino. Es decir, se pensó que el vino era el “antídoto” contra una alimentación inadecuada. 

Hoy en día sabemos que las personas que beben vino en cantidades moderadas tienen en general un estilo de vida saludable. Es esto lo que realmente protege su corazón y no la bebida en sí.  

Sin embargo, podemos afirmar que esa pequeña dosis a la que aludíamos al principio sí puede beneficiar a nuestra salud cardiovascular. ¿Por qué?  Porque el vino es rico en polifenoles, que evitan que el colesterol se deposite en los vasos sanguíneos, ayudando así a prevenir los ataques al corazón. Los polifenoles son antioxidantes y tienen acción vasodilatadora, antiinflamatoria y antitrombótica. Son, pues, los grandes benefactores del vino. 

El vino alarga la vida 

Tal vez no todos, pero los tintos seguro. El hollejo de las uvas contiene resveratrol, un polifenol que parece que ayuda a frenar el envejecimiento celular.  Como el vino tinto se fermenta con los hollejos durante más tiempo, tiene más resveratrol que el blanco.  

Y si el vino no nos hace vivir mucho más, al menos colabora a que nuestro aspecto sea un poco más juvenil: según un estudio de la Universidad de Barcelona, los flavonoides del vino ayudan a reparar los estragos de los rayos UV en nuestra piel. 

El vino nos hace más felices  

Como casi todas las afirmaciones con tintes filosóficos, depende. Si te gusta, sí. Realizar una actividad que te agrade, ya sea escuchar música, pasear o beber una copa de vino te hace liberar endorfinas y, en consecuencia, sentirte más feliz. Por el contrario, su consumo en dosis elevadas está directamente relacionado con crisis de ansiedad, depresión y suicidio. 

El vino mantiene sanos tus ojos y tu boca   

Entre la interminable serie de estudios sobre vino y salud, encontramos sendos trabajos de laboratorio muy llamativos de las universidades de Washington y de Sevilla. Ambos afirman que los estilbenos -familia de polifenoles a la que pertenece el resveratrol- presentes naturalmente en las uvas y también en la propia madera de la cepa, inhiben la formación de la proteína responsable de la angiogénesis.  

Se llama así a la proliferación anormal de vasos sanguíneos, causa de algunos tipos de cáncer y de ceguera. En este sentido, cabría deducir que el consumo de vino protege nuestra vista, pero los estudios no han concretado qué cantidad, presumiblemente alta, de vino sería necesaria para obtener esta ventaja. 

Lo que sí está demostrado es que el vino tiene propiedades antisépticas por su contenido en alcohol. Es por esto que protege nuestra boca de bacterias, entre otras, las responsables de la caries. Pero, ojo, el vino tinto tiñe el esmalte de nuestros dientes, y su abuso puede dejarlos oscuros permanentemente.  

El vino previene la diabetes tipo 2 

Según una investigación preliminar presentada en la Conferencia de Epidemiología, Prevención, Estilo de Vida y Salud Cardiometabólica 2022 de la Asociación Americana del Corazón, la ingesta moderada de vino durante las comidas parece que favorece la síntesis de insulina por el organismo. Es decir, que beber cantidades moderadas de vino con las comidas podría prevenir la diabetes tipo 2. 

Después de diseccionar uno a uno los argumentos a favor y en contra, si no eres bebedor no se trata de animarte a que comiences a serlo. El consumo de alcohol es objetivamente negativo para tu salud. Pero el vino contiene algunas sustancias con efectos positivos demostrados. Beberlo en cantidad moderada, con comida y manteniendo un estilo de vida saludable es un goce epicúreo que te puedes permitir.  

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