El cuerpo del vino: qué es y en qué se diferencia de la estructura
Cuando hablamos del cuerpo del vino nos referimos a la sensación de densidad y peso que se percibe en la boca al degustarlo. Es un término que se maneja con frecuencia y que seguro habrás escuchado infinidad de veces.
A priori, se podría pensar que el cuerpo y la estructura de un vino son lo mismo. Son expresiones que se utilizan a menudo de manera indistinta, pero ni son idénticas ni deben confundirse entre sí. Veamos en qué se distinguen ambos atributos.
Diferencia entre cuerpo y estructura del vino
El cuerpo del vino hace referencia a la percepción de su densidad; esto es, a cómo lo sentimos de ligero o pesado al paladearlo. Para entenderlo mejor, pongamos un ejemplo con otra bebida: la cerveza. Si conoces un poco este mundo habrás notado que una cerveza negra tiene, claramente, mucho más cuerpo que una lager.
Con el vino sucede otro tanto: los que tienen más cuerpo son densos y complejos. Normalmente proceden de uvas con alta concentración de taninos, como la cabernet sauvignon o la nebbiolo, o con gran potencial alcohólico, como las pasificadas con las que se elabora el Pedro Ximénez.
Los vinos blancos pueden ser, asimismo, corpulentos, especialmente los dulces —a los que el azúcar residual aporta peso— y también los criados en barrica.
La estructura del vino, por su parte, alude al equilibrio que muestran entre sí varios de sus componentes: acidez, taninos, alcohol, azúcar y método de crianza. Un vino estructurado es el que presenta un balance armónico de todos estos factores, generando en el paladar una sensación de complejidad y persistencia en boca.
Mientras que el cuerpo de un vino se refiere a la impresión física que se experimenta al degustarlo, la estructura es la evaluación de cómo sus elementos están de integrados entre sí para proporcionarnos una experiencia gustativa nivelada.
O, mejor dicho, algunos de sus elementos. En el vino se pueden detectar más de 4.000 moléculas distintas, y solo las más importantes entran en juego a la hora de calibrar la estructura.
Qué determina la estructura del vino
La palabra “estructura” en las notas de cata de un vino se emplea para describir el equilibrio entre estos factores:
- Acidez: aporta vivacidad y frescura al vino, equilibrando el dulzor y el alcohol. Un vino con buena acidez, pero no excesiva, tendrá nervio y resultará más estructurado.
- Taninos: estos compuestos, presentes principalmente en los vinos tintos, se encuentran de manera natural en los hollejos y semillas de las uvas y también pueden proceder de las barricas. Los taninos contribuyen al carácter seco del vino y favorecen su longevidad. Si la uva ha madurado bien, los taninos serán amables y ayudarán a la estructura del vino.
- Alcohol: contribuye a dar calidez y peso al vino. Si el vino tiene un grado alcohólico demasiado alto o demasiado bajo, resulta complicado equilibrar el resto de los elementos y que el vino esté bien estructurado.
- Azúcar: el azúcar residual intensifica la percepción de peso en boca. Los vinos secos, con menos azúcar, tienden a ser más ligeros en comparación con los dulces. En estos segundos, el azúcar residual agrega complejidad a la estructura. Un nivel excesivo de azúcar residual puede enmascarar la acidez y los taninos.
- Método de crianza: la fermentación en barrica o el envejecimiento en madera puede añadir profundidad y suavidad, favoreciendo un vino estructurado. En los vinos blancos agrega densidad y complejidad.
La manera en la que todos estos elementos interactúan entre sí determina la estructura del vino. Podemos afirmar que un vino está estructurado cuando cada uno de ellos contribuye al equilibrio general sin sobresalir en exceso sobre los demás.
El cuerpo del vino y su estructura son conceptos íntimamente ligados con los que debemos familiarizarnos para disfrutar plenamente de la experiencia de cata.
Elegir vinos más o menos corpulentos y estructurados dependerá después del momento y del gusto personal. Los más robustos, en principio, son perfectos escoltas para las comidas de más calado. En cambio, comidas informales y menos serias agradecerán un vino más ligero, con menos cuerpo. La decisión siempre será buena si se dominan los motivos.