Cambios en las tendencias de consumo de vino
En las tendencias de consumo podemos referir tres movimientos reseñables: crece la demanda de vinos blancos sobre la de tintos, los rosados vienen ganando presencia aparte de prestigio y en sintonía también aumenta el interés por los productos bajos en alcohol (incluso con cero alcohol), en una estrecha vinculación con unos hábitos más saludables de vida.
Empezamos por aquí, una tendencia de consumo que parece imparable. Nos referimos al movimiento internacional “no/low”, la nueva tendencia vinícola que refiere los vinos “nolo”, esto es, elaboraciones con poco o nada de alcohol. Un nicho de mercado que va ganando adeptos porque está íntimamente relacionado con un modo de vida en el priman los comportamientos saludables e incompatibles con el consumo de alcohol.
El público de los vinos “nolo” es cada vez más extenso y variopinto, pues las motivaciones para tomar vinos sin alcohol (o casi) son diversas. Aparte de las personas que, sencillamente, no lo toman, están las que no pueden ingerir alcohol por razones de salud, religiosas o por prescripción médica. Públicos que, además, pueden encontrar en el mercado bebidas con las que suplir el vino. Para no tener que renunciar a este nicho de consumo, distintas bodegas ya se han animado a elaborar etiquetas con poco o nada de alcohol.
Actualmente los niveles de consumo de vino son tan bajos en nuestro país que la cosa no está para perder clientes. Razón por la que los elaboradores están muy atentos a las distintas tendencias imperantes en el mercado, intentado adaptarse a ellas en la medida de sus posibilidades.
Blancos para todo el año
Otra incuestionable tendencia de consumo es la protagonizada por los vinos blancos, como se ha adelantado. Al igual que en el caso de los rosados, su consumo va dejando poco a poco de ser estacional, esto es, limitado a los meses de verano; si bien es una idea que sigue calando en muchas cabezas.
Esta situación convertida en tendencia se ha traducido en una mayor producción de vinos blancos en todos los rincones del país, empezando por Rioja, una denominación que en los últimos tiempos no ha parado de reivindicar su pasado histórico como zona de blancos. Dicho esto, el protagonismo se lo llevan, principalmente, los vinos de albariño, verdejo y en los últimos tiempos de godello, variedad en pleno auge.
En este contexto, las referencias blancas han ganado prestigio y presencia a lo largo de todo el año en los mercados. Aumentan sus consumidores, y también los enólogos y bodegueros que centran sus esfuerzos en unas elaboraciones que, en algunos casos reseñables, compiten de igual a igual con los blancos foráneos. En definitiva, la oferta de vinos blancos no para de crecer, y son bastantes los que pueden considerarse grandes, producidos en diversos puntos del país.
Rosados, de moda a tendencia
Los rosados antes de tendencia han sido moda gracias a la fuerza que hace unos años cogieron los de perfil rosé. El tirón de estos rosados pálidos de estilo provenzal ha ayudado al resto de rosados a ganar un interés que no tenían hace algunos años. El ascenso es real, y el consumo de rosados es también tendencia. Poco a poco se van desligando del consumo estacional por esa cualidad fresca que les caracteriza.
El rosado ha cambiado bastante y lo sigue haciendo. Crece en oferta y en calidad, porque su elaboración es cada vez más cuidada. Y la demanda lo está reconociendo. Ya podemos encontrar perfiles de rosado para todas las épocas del año y perfiles de consumidor. Y es que, sin perder esa fresca acidez inicial, son diversos los que muestran complejidad aromática y gustativa.
Tendencias de consumo ralentizadas: generosos de Jerez
Otra tendencia la han protagonizado los vinos generosos de Jerez, si bien han echado el freno últimamente. Una afirmación apoyada en el hecho de que, si bien están en boca de todos, no son tantos quienes los consumen. No hace mucho se hablaba incluso de la sherry revolution, pero es una revolución que en este momento parece estar ralentizada.
El perfil de los vinos
Lo que parece indudable es que las tendencias de consumo actual, de una manera u otra, se inclinan por vinos más ligeros, fluidos y amables. Vinos que son fáciles de beber, con menor concentración y alcohol. Un estilo que se entiende muy bien por ese nuevo consumidor antes referido.
Un público objetivo que muestra un interés desacomplejado por el vino, esto es, sin prejuicios. Y que además es curioso, se preocupa por conocer y saber, y esto le lleva a dar oportunidad a muy variados estilos y perfiles de elaboración. No es fiel a marca o vino alguno, es receptivo a probar y descubrir. Y esto, por supuesto, está influyendo y modificando el comportamiento de elaboradores y bodegas, centrados en ganar su beneplácito.