Descubre cómo maridan las tapas y el vino

Tapas y vino: la importancia de elegir bien

Tapas y vino son dos términos que juntos suenan bien y saben mejor. En España, este tándem es el rey de las barras y constituye uno de los planes predilectos de los amantes de la buena vida.  

Pero no todas las tapas se llevan bien según qué vinos. Encontrar la asociación perfecta, ya sea por armonía o por contraste, tiene sus pequeños trucos.  

Si estás buscando algún consejo para acertar al elegir el vino adecuado para cada tapa, sigue leyendo. 

NORMAS BÁSICAS 

Para atinar en la combinación, te recomendamos que, antes de decidirte por uno u otro vino, consideres de qué tipo de tapa se trata. Identifica el ingrediente principal (queso, marisco, frutos secos, carne…) y, sobre todo, analiza si su gusto es suave o intenso, dulce, salado, ácido o . Cada sabor puede ser delicioso si lo mezclas con el vino correcto o aborrecible si te equivocas. El vino es capaz de mejorar o arruinar la tapa.  

Pongamos un sencillo ejemplo para entenderlo mejor: ante una tapa untuosa o grasa, un vino ligero limpiará nuestro paladar y reducirá la sensación de pesadez, mientras que un vino muy potente la aumentará. Para evitar éste u otros errores, habrás de tener en cuenta algunas reglas útiles

  • Si te gusta la armonía, busca vinos y tapas con notas parecidas. Con un pincho que contenga trufa o setas, elige un tinto con matices terrosos.  
  • Por el contrario, si prefieres el contraste, prueba vinos dulces con comida salada o vinos muy secos con postres empalagosos. Te encantará el resultado y sorprenderás al resto de los comensales. 
  • Empareja los “vinazos” con tapas cuya potencia sápida sea algo inferior. De otro modo, la comida eclipsará las virtudes de ese magnífico vino. 
  • Los rosados y los espumosos son muy versátiles. Se adaptan a casi todos los sabores sin enmascararlos y te harán disfrutar de la comida. Cuando quieras tomar varias tapas diferentes sin cambiar de vino, plantéate esta opción.  
  •  “A donde fueres, haz lo que vieres”; es decir, aprovecha la tradición local para casar tapas y vino. Langostinos con manzanilla en Sanlúcar, marisco con albariño en Pontevedra o “champis” con tinto de en Logroño son fórmulas infalibles. 

PAREJAS ILUSTRES  

Hasta aquí, la teoría está clara, pero seguro que aún te asalta la duda de cuál es el mejor vino  para cada tapa. Toma nota de estas sugerencias de maridaje con las tapas más habituales

  • Aceitunas: las reinas del aperitivo. Después de curarse con agua se hacen en salmuera y se aliñan con diversas especias como tomillo, orégano, ajo, laurel… Un blanco ligero respeta todos esos sabores. Además, es bueno ir in crescendo en la intensidad de los vinos a medida que comemos, y las aceitunas siempre van al principio. También se entienden con el vermú
  • Ahumados: escoge un blanco bien fresco. El fino y la manzanilla son valores seguros. 
  • Almejas: por su contenido en yodo, son muy recomendables variedades blancas como la albariño o la riesling, cítricas y minerales, que resaltan ese gustillo yodado. 
  • Anchoas: les van bien los vinos secos y con acidez, como los txacolís, que contrarrestan su salobridad. 
  • Berenjena de Almagro: la mejor opción es un oloroso seco, que afronta la acidez del vinagre, limpia la boca tras cada bocado y armoniza en aromas. 
  • Canapés “variados”: si te enfrentas a bocados con múltiples ingredientes (pescado, jamón, frutos secos, salsas….) opta por un espumoso. Una buena elección es el cava brut. Si no tienes espumoso a mano, pide un rosado. Su capacidad de adaptación es casi infinita. 
  • Conservas de pescado: cada especie requerirá un vino más o menos intenso, pero en general maridan bien con blancos con crianza. 
  • Croquetas: los vinos ligeros y los espumosos contrapesan la untuosidad de la bechamel. 
  • Embutidos (chorizo, jamón, chicharrones, lomo, morcón…): hacen un buen dúo con tintos que hayan pasado largo tiempo en barrica. 
  • Encurtidos: vinos de Jerez y Oportos
  • Fuet espetec, salchichón: estos embutidos merecen mención aparte, porque contienen bastante pimienta. Para ellos, elegiremos vinos tintos de aromas especiados, como los de garnacha del Priorat
  • Gambas al ajillo: vinos blancos frescos y ácidos, que resalten su sabor marino y limpien el paladar para el siguiente bocado. 
  • Hamburguesitas especiadas, tapas de carne roja o de caza: tintos con crianza. 
  • Jamón ibérico: por armonía, con tintos recios; por contraste, un blanco seco de uva palomino (fino o manzanilla) que resuelva con éxito los embates grasos del jamón.  
  • Mariscos: vinos blancos, más o menos intensos según la especie. 
  • Patatas bravas; los blancos con cuerpo, como los verdejo o chardonnay, debilitan la fuerza del picante y realzan las sensaciones de las especias. 
  • Patés, quesos azules: blancos ligeros que amortigüen el exceso de grasa de la tapa. Muchos prefieren, por armonía, tintos criados en barrica. 
  • Queso curado: tintos con cuerpo. La grasa del queso suaviza los taninos del vino. La expresión «que no te la den con queso» procede, precisamente, de la antigua costumbre de algunos bodegueros de acompañar sus vinos con queso para rebajar los taninos excesivamente marcados y poder venderlo. 
  • Quesos suaves: blancos ligeros. 
  • Tapas de carne asada o guisada: en general, quedan perfectas con tintos jóvenes o con un blanco con mucha estructura. 
  • Tapas de pollo, pavo y otras aves: se consigue un equilibrio redondo con blancos intensos.  
  • Tapas de salmón, bacalao, anguila, sardina u otros pescados grasos: tinto joven.  

PAREJAS MAL AVENIDAS 

Así como las propuestas anteriores suelen resultar apetecibles, hay algunos dúos que se llevan fatal. Entre los más desafortunados están los siguientes.  

  • Tapas dulces con vino dulce: excesivamente pesado. 
  • Tapas ligeras con vinos muy intensos: el sabor de la tapa se esfuma. 
  • Cualquier tapa con un vino muy frío: la baja temperatura adormecerá tus papilas gustativas y no podrás percibir bien los matices de la tapa. 
  • Cualquier tapa con un vino demasiado caliente: con el calor, el vino acentúa su sabor y enmascara el de la comida. 

Con estas pautas, es difícil cometer errores garrafales al combinar vino y tapas. Aunque, recuerda: cada paladar es único y sólo tú decides cuál es tu composición favorita. Tapas y vino deben encajarse siguiendo el gusto personal. Tu arbitrio es el mejor consejero. 

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